MIRANDO A CUENCA
Cuenca fue finalmente el destino escogido. Tras unos días buscando vuelos y trenes para viajar a cualquier lugar en el mundo, finalmente nos decidimos por profundizar un poquito en lo nuestro y nos fuimos para Cuenca.
Me encargué del croquis del viaje y Gema se dejó hacer. Con unos cuantos post-its de lo que había que ver, qué comer y dónde tomar copichuelas en el bolso, nada podía salir mal. Me dejé llevar por la intuición, (como en St Brieuc) y aunque aquí no había zona del Grill, había un nombre de bar que me cautivó, el Nashville( será por la peli de Altman en la que repasa a través del country a los americanos de a pie). Al final no fuimos, pero tuve un poco de ojillo con el resto de bares y pude dar a Gema su ración de punkarras y a mí un poco de música ochentera y rockera de la buena.
El juves salimos para allá, 10 horitas de viaje contando el transbordo en Madrid. Tiradas en el suelo de la terminal hacíamos fotos a la gente que pasaba, éramos como el ojo del huracán; allí en el suelo la gente pasaba mientras vivíamos un momento de esos pequeños pero especiales que tanto me gustan. Tras viaje en un tren petado con momento niñero incluido( casi me da un patatús cuando abro los ojos y veo a una preciosidad de negrito apoyado en mis piernas jugando con los abalorios de mi falda), llegamos a Cuenca, a la pensión "los Serrano" (qué cañí, por Dios). Duchita, siesta y cenita de tapeo por las zonas más animadas. Esa noche eran "Las Turbas" o procesión de los borrachos, todo estaba hasta las patas y como ya no tenemos edad de botellón con los quinceañeros, seguimos de tapeo y cañitas y copitas por el Noize, la sala Babylon, el Rincón...correctos. Ese fiestón por lo visto les valía para todo el fin de semana porque sorpresa: los viernes y sábados, los bares cerraban!!!
Al día siguiente nos fuimos para la parte antigua; cuestas, cuestas y más cuestas; pero merecío la pena. El toque medieval de esta parte conquense hacían de esta zona un lugar mágico. Lo interesante de esta parte es callejear y meterse por todos los huequillos de la zona para descubrir una simple vieja ventana o unas vistas maravillosas o una discoteca un poco, ehhh,digamos, fuera de lugar, muy a lo "Cómo ser John Malkovich".
Siete horitas de pateada y cata oficial de los productos típicos de la tierra. Es una gastronomía muy funcinal la de Cuenca, seguramente derivada de la época en la que solían rugir las tripas( morteruelo: paté de perdíz, liebre, cerdo, pollo, canela y especias; zarajos: tripas del cordero a la brasa y resolí: licor de toque afrutados, café,anís y canela; muy digestivo y de esos que te tomas unos cuantos y cuando sales del bar "borracho yo, tururú")Tras el calentón( gastronómico, por supuesto, porque el resto de "productos típicos" no los probamos:P), otro rato haciendo de exploradoras para llegar a uno de los grandes descubrimientos. En mitad de ese paraje de ensueño, un pequeño edificio laberíntico y encantador albergaba una exposición de arte contemporáneo con muestras de Wharhol, Joan Brossa y otros más. Mucha poesía visual, humanización de los objetos y alguna ida de tarro, por qué no decirlo.
Hasta los baños parecían cuadros. Fue genial cuando empujamos la puerta con miedo y las puertas se abrieron. Una de las obras que más me llamó la atención, el homenaje a Marcele Duchamp( ese que pintaba a la Gioconda con barba y bigote); en esta obra una ventana de esas antiguas estaba pegada a la pared. En el cartelito explicatorio se leía: "esto no es un corazón, es un ojo". Descubrimos en la ventanita, un pequeño corazón decorativo y cual egiptólogos con su Rossetta a punto de descubrir un gran misterio, se nos ocurrió mirar por un agujerito que había en el corazón... y voila, detrás se escondían unos sonrientes cerditos¡¡¡ fue genial todo el recorrido, precioso, mágico, además desde los ventanucos del museo había unas vistas preciosas y también un tanto surreales. A ver quien encuentra a Gulliver en su isla voladora.
Y más o menos esto es lo que dio de sí el viaje. El Sábado la vuelta, otras tantas horas viajando con 4 horas de paradita en Madrid. Aprovechamos para coger el metro( daba miedo ver lo vacío que estaba) y visitar la Fnac. Me compré 7 libritos( Mi tío Oswald, Leviatán, Las Olas, Habitaciones Separadas, Demian ( no el de la profecía),Un Mundo Feliz y Otra Vuelta De Tuerca; los autores los buscáis vosotros); como decía Gema: "¿quieres hacer animación a la lectura en el tren?" Bocadillos en el Pans and Company y vuelta para Palencia. Llegada a las 10 y a currar al Auténtico hasta las 6 de la mañana...aunque los pies no me sostenáin, fue una noche genial.