" El nacimiento no es el inicio ni la muerte es el fin. La vida es eterna"
" Si deseas liberarte de los sufrimientos de nacer y morir que has soportado a través de la eternidad y lograr el estado supremo de iluminación, deberás despertas a la verdad mística que siempre has llevado en tu interior"
El Ciprés
Árbol sagrado entre numerosos pueblos; gracias a su longevidad y a su verdor persistentes, se llama "el árbol de la vida". En la China antigua, el consumo de las semillas del ciprés procuraba longevidad, pues eran ricas en substancia yang. La resina del ciprés permitía, si uno se frotaba con ella los talones, andar sobre las aguas. Volvía el cuerpo ligero. La llama obtenida por la combustión de las semillas permitía la detección del jade y del oro, igualmente substancias yang y símbolos de inmortalidad. (QUÉ PARADOJA: EL ÁRBOL DE LA MUERTE ,ES EL ÁRBOL DE LA VIDA)
Me maravilla la historia de aquel hombre budista que cuando perdió a su mujer la enterró y volvió a su hogar sin dolor alguno. La muerte nos rodea, oprime nuestro pecho y nuestros pensamientos. Llegar a ese estado de aceptación requiere un arduo trabajo interior. Escribí este poemilla hace unos 10 años en un intento de acercarme a ella, a la pálida dama, para dejar de temerla:
MAQUILLANDO MUERTOS
Perdí el miedo a la muerte cuando aprendí a mirarle a la cara;
a ver un rostro de mujer, en el halo exterminador
que convierte todas sus acciones
en los crímenes perfectos que Hitchcock querría para sí.
Y es que, si en sueños,
la pálida dama te invita a dar un paseo en su caballo negro,
no la rechaces,
será la única vez que vuelvas vivo de ese viaje;
al igual que otros guardaron provisiones para tiempos difíciles,
yo guardaré una de mis sonrisas para cuando vuelva a buscarme.
Y si no mirad a los cipreses:
hoy todos los cipreses murieron,
deseosos de dormir por fin,
en las tumbas que durante siglos a otros vieron ocupar.
Vagabunda Dharma