miércoles, noviembre 22, 2006

LAS ÚLTIMAS CENAS
Lo que ahora nos une es una fecha
pactada cada mes, poco más que un esfuerzo
por seguir la amistad. Lo que ahora nos une
no es aquel entusiasmo, esa antigua alegría de estar juntos.
Y cuando digo esto me salís con que las cosas cambian,
con que a todos nos pesan otra edad y otros frenos: las mujeres, los hijos, madrugar, el trabajo;
hasta a veces el hígado de alguno se interpone en los planes
con que aún procuramos engañar la ilusión.
Ha llegado muy pronto ese momento
que juramos mil veces retrasar, este momento
en que estar entre amigos es hablar con nostalgia
de lo que fue en su día ser amigos;
y en estas cenas frías de los jueves
todo el mundo recuerda aquellas cenas gloriosas de los sábados.
Se iluminan los ojos con las viejas historias
-esas locas hazañas, con alcohol y mujeres, que hoy parecen ajenas y propician
una dulce arrogancia en las voces de todos-,
y renace el orgullo en cada uno por la amistad del otro,
cuando recuerda alguien aquel honor de hombres agraviados
que defendimos juntos ciertas noches, peleando.
Y entre tantas victorias -recordamos ahora con la sonrisa triste-,
llegamos a pensar que también venceríamos sobre el destino incluso,
sin saber que el destino no se rinde a la fuerza ni al empeño,
ni que tantos propósitos en las cenas de los sábados,
todo aquello que íbamos a hacer con las mujeres y la vida,
sería más bien esto que los jueves,
no deja de asombrarnos que hayan hecho
la vida y las mujeres con nosotros.
Vicente Gallego

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ya, las cosas cambian... pero ¿por qué la gente?... en las cenas con mis amigos de la carrera (ya hay unos cuantos casados, y un par de críos correteando por ahí), la verdad es que son ellos los más nostálgicos, y a veces hablan con envidian de mi ritmo de vida... yo he cambiado, claro, he madurado, pero no me he resignado a seguir el camino que la sociedad me dice que tengo que seguir... Una cosa es madurar, y otra de repente descubrir que no conoces a esa gente que está sentada a tu lado en la cena...

Elisa dijo...

Las cosas cambian... pero esperemos que a nosotras no nos pase como a ellos, que sigamos evolucionando sí, cambiando nuestra vida; pero que no quedemos un día a cenar, o a tomar café, y nos demos cuenta de que estamos sentados frente a unos desconocidos.
Después de todo lo que hemos pasado juntas no tendría sentido.
Nos veo como dice la canción de Tontxu: "si habrá bodas y bautizos
nos veremos con los niños pero en vez de hacerlo en bares nos veremos en el parque".

Anónimo dijo...

Realmente las cosas cambian, a veces súbitamente, y a veces de forma tan sutil que ni tan siquiera reparamos en ello.
No deja de ser bonito - y también complicado - comprobar cómo cambian los sentimientos, muchas veces de forma fugaz y sin que ello responda a algo concreto, cómo en cuestión de segundos - a veces más, a veces menos, pero siempre son segundos - aquella sensación de bienestar deja paso a la angustia, a la claustrofobia, a la rabia, a un deseo enfermizo por poseer el objeto deseado ... es codicia pura, son ganas de detener el tiempo, es el desvarío de aquel que necesita poseer aquello que se le niega ...
Afortunadamente (???) sólo dura un breve periodo de tiempo - esta vez siempre son minutos - que finaliza con una vuelta a un dominio - más o menos racional - de nosotros mismos.