LAS ÚLTIMAS CENAS
Lo que ahora nos une es una fecha
pactada cada mes, poco más que un esfuerzo
por seguir la amistad. Lo que ahora nos une
no es aquel entusiasmo, esa antigua alegría de estar juntos.
Y cuando digo esto me salís con que las cosas cambian,
con que a todos nos pesan otra edad y otros frenos: las mujeres, los hijos, madrugar, el trabajo;
hasta a veces el hígado de alguno se interpone en los planes
con que aún procuramos engañar la ilusión.
Ha llegado muy pronto ese momento
que juramos mil veces retrasar, este momento
en que estar entre amigos es hablar con nostalgia
de lo que fue en su día ser amigos;
y en estas cenas frías de los jueves
todo el mundo recuerda aquellas cenas gloriosas de los sábados.
Se iluminan los ojos con las viejas historias
-esas locas hazañas, con alcohol y mujeres, que hoy parecen ajenas y propician
una dulce arrogancia en las voces de todos-,
y renace el orgullo en cada uno por la amistad del otro,
cuando recuerda alguien aquel honor de hombres agraviados
que defendimos juntos ciertas noches, peleando.
Y entre tantas victorias -recordamos ahora con la sonrisa triste-,
llegamos a pensar que también venceríamos sobre el destino incluso,
sin saber que el destino no se rinde a la fuerza ni al empeño,
ni que tantos propósitos en las cenas de los sábados,
todo aquello que íbamos a hacer con las mujeres y la vida,
sería más bien esto que los jueves,
no deja de asombrarnos que hayan hecho
la vida y las mujeres con nosotros.
Vicente Gallego